Ira,
lujuria y codicia, son las tres puertas que conducen al abismo de la inconsciencia tres agregados psicológicos comunes, pero ajenos e inclusive
opuestos a la auténtica felicidad del ser humano.
La ira y
la lujuria son reconocibles en la vida cotidiana, pues para alimentarse se
manifiestan visiblemente.
La
codicia por su parte, suele disfrazarse de formas muy sutiles y a veces
irreconocibles.
El
disfraz más común de la codicia es la necesidad; sólo los auténticos atletas de
la auto-observación psicológica pueden entender la diferencia entre necesidad y
codicia.
Las necesidades humanas son: pan, abrigo y refugio, es de suponerse
que satisfechas estas necesidades, el ser humano es feliz pero, ¿Por qué no es
así?
Porque
la codicia siempre desea más.
Independientemente
de lo mucho o poco que se posea, el yo de la codicia nunca está satisfecho,
piensa que merece y puede tener más, siente que al poseer más cosas materiales
obtendrá la tan anhelada felicidad y entonces actuará moviendo el cuerpo físico
para conseguirlo, sin importarle el daño o perjuicio que pueda causar a los
semejantes, las leyes terrenales o divinas que deba transgredir, los valores
que vaya a corromper, las mentiras que deba decir o las justificaciones que
tenga que inventar.
El ser
humano, sin saberlo, se ha dejado engañar por la falacia del yo de la codicia,
el cual ha provocado una falsa apreciación, pues se le da una importancia
desmedida a los bienes y al dinero, a tal grado que se depende psicológicamente
de ellos:
alimentan la vanidad personal, brindan prestigio social, otorgan los
medios para obtener poder…, aspectos que difieren de las auténticas necesidades
humanas.
Para la
codicia, el dinero tiene propósitos psicológicos y cuando se depende de él para
lograr fama, posición social, prestigio, poder o posición social, entonces
ocasiona conflictos en la mente y se esfuerza para poseerlo.
En la
actualidad el dinero es indispensable para poder sobrevivir y satisfacer las
necesidades físicas, sin embargo la codicia piensa que es para satisfacer las
necesidades psicológicas y depende de él, le interesa obtener satisfacción y
sensación.
El dinero no es malo ni bueno, todo depende de
dónde viene y en qué se utiliza.
La
codicia individual se convierte en codicia colectiva. La codicia ha provocado
graves daños a la naturaleza y al propio ser humano.
La codicia ha hecho que los seres
“civilizados” acaben con los bosques y todo tipo de recursos naturales sin
tener plena conciencia del daño que con ello ocasiona.
“Son
inútiles todos los cambios políticos sin haber comprendido antes nuestra propia
pobreza interior.
Pueden cambiarse una y otra vez los sistemas
económicos, puede alternarse una y otra vez el sistema social, pero si no hemos
comprendido profundamente la íntima naturaleza de nuestra pobreza interior, el
individuo creará siempre nuevos medios y caminos de obtener satisfacción
personal a costa de la paz de otros”.
“La
falta de equidad y justicia distributiva en la sociedad es también resultado de
la codicia.
El dinero en sí mismo no es ni bueno ni malo,
todo depende del uso que hagamos de ÉL, si lo utilizamos para el bien, es
bueno, si lo utilizamos para el mal es malo.
Tener
dinero en demasía es fuente de temor, y no tenerlo moderadamente es fuente de
dolor.
Debemos
trabajar para tener lo necesario, pero no debemos codiciar, no debemos olvidar
jamás que la riqueza ha creado más codiciosos que la codicia hombres ricos.
La
codicia tiene tal poder cegador, que todos los argumentos del mundo no
convencerían jamás a un hombre de que es codicioso el YO de la codicia se
reviste con santos ropajes.
La
codicia ha originado el odio y las penalidades del mundo.
Es causante de la
guerra y de la miseria.
Solamente
comprendiendo y eliminando la codicia individual terminará la codicia del mundo
y sus consecuencias.
Aunque
la codicia sabe disimularse muy bien, es posible descubrirla a través de la
virtud que se le opone: el altruismo (la alegría de dar); pero no dar lo que
sobra o lo que estorba, sino lo que se considera propio y valioso, porque entonces
surgirá espontáneamente “el dolor del desprendimiento” que acusa, señala, la
existencia de la codicia.
Es
indispensable comprender profundamente la naturaleza del agregado psicológico
de la codicia, si es que de verdad queremos ser ricos internamente.
Quien es
rico internamente es incapaz de explotar al prójimo, es incapaz de robar y de
mentir.
Quien es
rico internamente está libre de las trabas de la sensación y satisfacción
personal.
Quien es rico internamente ha hallado la felicidad.
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